jueves, 18 de diciembre de 2014

Yo soy de la pública / Yo soy de la privada

¿Somos distintos, o sencillamente "somos"?

De todos los años que llevo como enfermero sólo unos pocos los he ejercido en la sanidad pública, una quinta parte en la concertada y el resto, unos 25, en la sanidad privada. En muchas ocasiones me han preguntado, amigos y familiares, ¿por qué no trabajas en la pública? Mi respuesta siempre ha sido la misma: "cuando acabé la carrera, dónde encontré trabajo fue allí dónde me quedé". Y no, no he optado nunca por opositar a una plaza pública, no lo ví nunca necesario, o no entendí su finalidad. ¿Pero tienes algo en contra de la sanidad pública? No, al contrario, como "mal catalán" no me pago ningún seguro médico privado, mis médicos son de la sanidad pública (con excepciones de carácter personal y amén de aquellos casos en los que obliga la necesidad de obtener resultados en un normalizado plazo de tiempo, odiando tomar esta vía). Las experiencias vividas todos estos años han sido enriquecedoras y me han construído como profesional, experiencias positivas y, como no, negativas. He ejercido como Auxiliar, como Enfemero y como Supervisor de noche.Y puedo decir con honestidad, y también con rotundidad, que he intentado ser la misma persona estuviera en el ámbito que estuviera y ejerciera de lo que ejerciera. Bien es cierto que 30 años cambian a una persona, pero insisto en afirmar taxativamente que mi actitud frente a los pacientes estos últimos años no difieren de los primeros.
 
   
¿Por qué esta breve reseña biográfica? Muy sencillo, porque ya estoy cansado, harto más bien, de oir constantemente frases como "¿yo... en la privada...? ¡Nunca!", "ya se sabe, la privada és como és...", "la calidad asistencial de la privada deja mucho que desear, no te dejan trabajar a tu aire...", "en la privada no tienen ni idea, están muy mal preparadas..."etc. O, estas otras: "es que en la pública el personal te trata fatal", "cuando les preguntas algo se ponen a la defensiva...", "cada vez que voy da la impresión de que les molesto", "las enfermeras de la pública... esas sí que viven bien..." Y me pregunto: ¿somos distintos los profesionales de la sanidad pública y los de la privada? Y no me refiero a sueldos, horarios, etc., no, sino a algo más interno , más consustancial con nuestro ser, a aquello que nos caracteriza como persona. Es más, ¿cambiamos cuando cambiamos de ámbito sanitario?¿Es que acaso sufrimos una conversión, tipo Dr, Jeckyl y Mr. Hyde, a causa de algún elemento suspendido en el aire de la res pública o de la res privada, que nos invade y nos transforma?  
  Todo esto viene a cuento, además de por una inquietud que ha ido creciendo con el paso del tiempo, especialmente por la lectura de la última entrada del blog de Lola Montalvo, "Memoria de mi enfermera LIII: Yo no defiendo a los malos profesionales" . Ya, ya sé que la entrada no se centra en el tema público vs privado, pero la referencia al uso del sistema público sanitario ha disparado mis sensores.

Sí, es cierto: existen profesionales nefastos en nuestra sanidad, profesionales que, me atrevo a decir, no deberían estar trabajando en este ámbito, que deberían ser despachados. Lo siento y lo digo así. Y además, apunto a que los culpables somos nosotros mismos, desde las universidades (incapaces de detectar la ineptitud de estos alumnos para el trato con los demás) hasta el personal de los centros en dónde realizan prácticas formativas (tolerantes y conformistas, ignorantes del perjuicio que presupone su pasiva actitud ante la ineptitud). Y estos profesionales están tanto en el ámbito de la salud pública como en el de la privada. ¿Porcentajes? ¡Qué importa! Yo, como usuario de la sanidad pública, centro mis quejas en los profesionales de ese ámbito (sí, hay elementos nefastos, distorsionadores, tóxicos, prepotentes, paternalistas...). Como trabajador en la sanidad privada reconozco también la existencia de colegas indeseables (léase aquí idénticos calificativos nombrados anteriormente). Pero eso, ¿nos hace mejores a unos más que a los otros? Independientemente de las políticas e intereses de cada uno de los ámbitos, somos lo que somos, en este caso, enfermeras, y da lo mismo si estoy en Uganda o en La Moraleja, si tengo pocos medios o muchos medios, si formo parte del funcionariado de un gran hospital público o pertenezco a la plantilla de un rreconocido centro privado... ¡soy enfermera!. Mis conocimientos los imparto y pongo en acción allí donde esté, independientemente del tipo de centro en el que me encuentre. Sí, es cierto que encontraremos barreras para la aplicación de nuestros conocimientos, pero estas barreras no son exclusivas de uno de los dos entornos sanitarios, en cada uno de ellos debermos superar escollos. Pero seguimos siendo enfermeras.

Es muy loable la cita de martínez Bargueño: 
“La idea de servicio público es el fundamento de la ética, por eso el trabajo en el sector público fue identificado desde sus orígenes con la honradez, la laboriosidad, la eficacia, la transparencia y otros muchos valores que hicieron del trabajo en el sector público una auténtica tarea de la que la sociedad espera frutos de calidad.”Martínez Bargueño, (1997), “La ética: nuevo objeto de la gestión pública” En: Revista Gestión, Análisis y Políticas Públicas Nº 10, INAP, Madrid, p. 24.
Pero, ¿acaso cabe extrapolar que el sector privado no puede ser identificado con la honradez, la laboriosidad, la eficacia, la transparencia, etc,? Efectivamente, todos conocemos casos que parecen concluir que así es, que esa premisa es cierta. Pero, ¿no los hay también en el sector público, en el que, en ocasiones, parece haberse perdido la honradez, en el que la laboriosidad es más que dudosa y en el que la transparencia ha dejado de existir? ¿De verdad hay quién cree en la parte final, subrallada, de la siguiente cita?
   "Las técnicas del sector privado responden a los principios de una filosofía empresarial acompañadas del espíritu de interés mercantil, que al implementarse en el sector público transforma los valores y principios de las personas que allí laboran sustituyendo los valores públicos por los privados." Diego, Oscar (1989), "De la res pública a la res privada, ¿realmente no hay alternativa? En: Dilemata, año 1 (2009), nº 1, 137-151
¿Tan fácil es cambiar "los valores y principios" de una persona por el mero hecho de trabajar en el sector público o en el privado o, como en el caso de la cita, en el sector público bajo principios de gestión privada? Insisto: soy el mismo aquí que allí, soy el mismo ante los pacientes estén estos en un hospital público o en uno privado, soy el mismo tanto si soy nocivo como positivo, en definitiva...soy el mismo enfermero esté donde esté, es decir, soy, somos.  
 Reivindiquemos lo que somos sin interferencias de ningún tipo.


 

sábado, 13 de diciembre de 2014

El consentimiento informado


Ya sebéis de mi obsesión por las definiciones de las palabras, de mi búsqueda de sentido real para cada una de ellas. Hoy le toca el turno al término "consentimiento". Veamos qué nos dice la RAE:

Consentimiento.
1. m. Acción y efecto de consentir.
Consentimiento informado.
1. m. Der. consentimiento que ha de prestar el enfermo o, de resultarle imposible, sus allegados, antes de iniciarse un tratamiento médico o quirúrgico, tras la información que debe transmitirle el médico de las razones y riesgos de dicho tratamiento.
Consentir. 
1. tr. Permitir algo o condescender en que se haga 
5. tr. p. us. Dicho de una cosa: Soportar, tolerar algo, resistirlo.

Permitir, condescender, soportar, tolerar... qué poco valoramos nuestro lenguaje que utilizamos un término con todas esas acepciones que dejan entrever un sentido negativo más que positivo. ¿Eso es el Consentimiento Informado? ¿Permitir, condescender, soportar, tolerar...? pero informado, eso sí, de forma previa y correctamente.
  Hay otra definición del término y es la siguiente:  
Consentimiento informado es la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud.” (art.3, Ley 41/2002). 
  
  ¿Qué es "lo distinto" entre estas dos definiciones? En un principio podría parecer que el caracter negativo de la primera acepción es lo que la distancia de la última, donde se da la aparición en ésta de los términos "libre, voluntaria y consciente". Pero "soportar, condescender, tolerar" también presupone voluntariedad consciente y libre. Tolerar presupone voluntariedad; en toda acción se dan efectos deseados y no deseados, tolerar efectos no deseados, no buscados, de una acción no implica que esta acción sea involuntaria; según Aristóteles una acción es involuntaria cuando hay coacción o ignorancia, mientras que una acción es voluntaria cuando no hay ni coacción ni ignorancia. Así pues, tolerar implica voluntariedad, y una acción voluntaria es una acción moral. Todo esto nos remite al principio de autonomía, libertad de la voluntad. Pero para que exista esa libertad, esa autonomía del sujeto, esa voluntariedad de la acción, es necesaria también la lilbertad de elección. Ambas están íntimamente relacionadas: no puede haber libertad de elección si no hay una voluntad libre, y la voluntad no es libre si no puede elegir. ¿Qué es lo que permite que ambas permanezcan unidas? El conocimiento. La libertad de elección se da frente a lo conocido, no en su acepción ontológica (conocimiento más allá de su ser), sino en su acepción epistemológica (conocimiento del fenómeno, de la apariencia de la realidad). En nuestro caso, para tener "conocimiento de" que permita una elección libre se hace imprescindible poseer "información de". Sin saber las opciones no hay elección posible.
  Así pues, el consentimiento informado implicará los siguientes requisitos: información y voluntariedad. Y resaltar que para que la elección sea libre, para que la voluntad actúe libremente, es preciso la comprensión de la información, y la competencia de esa voluntad; sólo así es posible la autonomía del consentimiento.

Después de todo este largo preámbulo, ¿es así como entendemos el consentimiento informado en nuesstra relación con los pacientes? ¿Respetamos el principio de autonomía de nuestros pacientes? ¿O nos limitamos a recabar un simple documento más, a realizar un acto burocrático más?¿Damos toda la información posible y nos aseguramos de su comprensión? ¿Permitimos una elección libre, un actuar libre de la voluntad del paciente? Cuando "damos" el consentimiento en el momento preciso de la realizaciión del procedimiento, ¿no vulneramos la libertad de elección del paciente, su principio de autonomía? Y he dicho "damos" porque es eso lo que "hacemos", darlo porque es el protocolo, porque así lo exige el indicador cualitativo que hemos de cumplir. Y digo "hacemos" porque ¿en quién recae finalmente su ejecucción? Seamos sinceros, ¿cuántos consentimientos entregamos enfermería? ¿Por qué somos nosotros los albaceas que custodiamos y certificamos su realización por parte de otros o, en su defecto, quienes nos encargamos de que esté cumplimentado? Y la gran pregunta, ¿de quién es responsabilidad la información, entrega y captación del consentimiento? 
  ¿Cuál es nuestro papel? ¿Albaceas, salvaguardas, guardianes, protectores...o algo más? ¿Quién participa del procedimiento por el cuál se solicita el consentimiento? ¿Un solo actuante? ¿O existe la interdisciplinariedad? Hay respuestas sensatas a alguno de estos interrogantes que me permito incluir aquí:
  1. Consentimiento informado y calidad asistencial en enfermería 
  2. La enfermería y el consentimiento informado


viernes, 12 de diciembre de 2014

Invisibilidad: prepárate! Vamos a por tí!!

Manifiesto por una enfermera visible

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Icono de "Enfemeríavisible.es"
Hoy estoy contento porque, de nuevo, puedo aportar algo a nuestra visibilidad desde este modesto blog y, para ello, me sumo a la iniciativa del Día Internacional por la Visibilidad enfermera y doy mi apoyo al consecuente y necesario Manifiesto por una enfermería visible, sin dudarlo ni un momento. Somos, individualmente, como una frágil pieza de seda, traslúcida, transparente, apenas se nota y se ve. Pero si nos unimos bajo un mismo objetivo, si caminamos en una parecida dirección, si somos capaces de sumar y engrandecernos a nosotros mismos, dejaremos de ser esa capa de seda invisible para convertirnos en un tapiz de múltiples tonalidades, en un tapiz de matices, fuerte e impenetrable. 
Profesionalidad en enfermería  Y desde aquí también (NO) quiero hacer mío el Decálogo de la Enfermera INvisible. ¡Ay, Rosa, no te preocupes que el cabreo también es saludable

Y, por supuesto, quiero contribuir en hacernos visibles con la siguiente guía: Profesionalidad en enfermería.

          ¡Seamos visibles! ¡Materialicémonos!

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Enfermería e investigación - Colofón definitivo

 La respuesta indeseada 


Acabo definitivamente esta entrada hasta... quién sabe, hasta que despierten en mí, de nuevo, los anhelos por investigar y la ilusión por publicar y compartir los resultados y la experiencia llevada a cabo.

                                                         No, no me publican el artículo. 

Después de realizar los cambios sugeridos por los revisores, aún así, no, no me lo publican, deficiencias metodológicas, "el manuscrito no puede ser publicado dada la escasa validez interna de los resultados condicionada por la elevada posibilidad de que se haya introducido tanto un sesgo de selección como de información". Ay, los sesgos! No os olvidaré fácilmente, sesgos odiados

 En fín, es el pago por ser novato, por mi inmadurez en este campo de la enfermería. En la 3º parte de las reflexiones sobre Enfermería e Investigación, me preguntaba a mí mismo si lo volvería a hacer y me respondía, que "sí por supuesto. Sólo así avanzamos, aunque el camino sea duro y perdamos algo en él...". Sí, sigo opinando lo mismo pero... algo se ha roto dentro de mí, algo se ha marchado ¿para siempre? algo que me empujaba a seguir adelante. Seis o siete decepciones (he perdido la cuenta) son muchas decepciones. Confío en que sea pasajero, confío...

Epílogo.
Tal vez sea innecesario este epílogo. Lo incluyo con la sola intención de, al compartirlo con vosotros, querer saber si también ha sido tan azaroso el destino a la hora de publicar vuestros artículos. De verdad, esta es la única intención. Desconozco todas las reglas del juego... ¿Habéis recibido invitaciones a suscribiros, justamente, a la revista a la cual habéis enviado vuestro artículo? ¿Dos veces, una al primer envío y otra al segundo, con las rectificaciones? Ya me diréis vuestra experiencia.
 Y sí, realicé la suscripción... Aprovecharé para aprender, entre otros muchos temas, metodología de la investigación enfermera en los artículos publicados en X.