viernes, 30 de enero de 2015

Soliloquios fugaces

Soliloquio nº 4

" ¿Registrar? No sirve para nada. Nadie se lo lee..."

   Segundo soliloquio sobre registros que dejo "registrado" (¡por Dios, espero que alguien lo lea!)
  Ya me perdonaréis la ironía, pero con este tema cuanta más ironía usemos más soportable lo hacemos. 

   El título hace referencia a la utilidad de los registros enfermeros. Pero, ¿alguien duda de su utilidad? Desgraciadamente sí, aunque no creo que se trate tanto de un rechazo del registro en sí, como del sistema de registro, del modelo y de la metodología.

  Hasta no hace muchos años (y todavía es así en muchos centros) la información, los datos, todos los documentos estaban en formato papel. ¿Quién no ha escrito un curso en una hoja tipo libreta de color rosa salmón (en mi caso) o amarillo o blanco? ¿Quién no ha llevado en el bolsillo el bolígrafo de 4 colores, mitad blanco mitad azul, con una bola en un extremo visiblemente mordida, cuya utilidad consistía en anotar las constantes del paciente, la TA verde, la FC en azul, la Tª en rojo, la FR en negro, en la gráfica diseñada para ello? ¿Quién no ha utilizado el Tippex para borrar una anotación equivocada, firmando la rectificación y el tachón como señal de conformidad? ¿A quién no se le han caído todos los papeles, toda la documentación, de las carpetas metálicas, pasando visita a un paciente? Todos hemos trabajado y trabajamos con el papel. 

   "¡Y qué rápido que era hacer el registro de lo sucedido durante el turno en una hoja de papel !"

Rápido, quizás sí, útil no del todo. De los años que pasé trabajando en el turno de noche en planta, los  primeros, recuerdo cómo la mayoría de mis anotaciones consistían en un "Sin incidencias" (siempre y cuándo fuera así, claro está). El  registro de la evolución de nuestros pacientes se realizaba de forma rápida, con mejor o peor letra, pero poco tiempo empleábamos en ello. El resto de los datos ya los habíamos ido copiando en sus hojas correspondientes: constantes, balance, la hoja de solicitud de dietas, el repaso de toda la medicación y la firma de la misma al mismo tiempo (!!), etc. ¿Se leían dichos registros? Sí, y me atrevo a decir que más que ahora. ¿Teníamos una idea clara de qué le ocurría a nuestro paciente? Sí. Pero...
  • La seguridad de la información no siempre quedaba reflejada: no se firmaba la anotación hecha.
  • No siempre se entendía la letra, ni de nuestros compañeros de otros turnos, ni de los facultativos responsables (ni la mía, ¡cuántas líneas, perdidas en la nada, he hecho al escribir un parte estando de noche!)
  • Se detectaban errores en las dosis de administración de los fármacos, horas, días después de haberlos iniciado debido a la dificultad de comprensión de una indicación escrita. a mano.
  • ¡Cuánta información hemos perdido por olvido! Analíticas no pinchadas, información sobre comentarios del paciente/familiares, etc.
  • ¡Cuántos trabajos de investigación se han malogrado o desechado por la dificultad en la obtención de los datos de análisis!
Hoy, la mayoría de registros están informatizados, y gracias a su estandarización casi todo estos problemas han sido resueltos. Pero... también hay un "pero" aquí...
  • Se ha perdido rapidez en el registro de todos los datos obtenidos durante nuestras actuaciones con el paciente.
  • Se ha perdido la facilidad de visualización de toda la información contenida en la historia clínica.
  • Se necesita una infraestructura global, generadora de costes que de asumirse, en la mayoría de las ocasiones lo es a la baja.
  • Implica un cambio de enfoque del quehacer enfermero, una dinámica de trabajo distinta de la usada hasta ahora.
  • Implica la aceptación, el compromiso y la complicidad de los gestores de enfermería en todos sus grados.
  • Implica un cambio de mentalidad del profesional, usuario a partir de ahora de una tecnología de la información y la comunicación.
Aún así, los beneficios de un registro informatizado superan "por goleada" estos anteriores puntos negativos. A groso modo: seguridad de la información, exhaustividad de los datos recogidos, visión continua e interdisciplinar del curso clínico, homogeneización del formato de los registros, transmisión segura de los datos, herramienta de ayuda a la toma de decisiones, reflejo del pensamiento crítico del profesional, información agrupada en bases de datos que facilitan la investigación, herramienta de apoyo en la docencia enfermera,... Y para los "peros" antes expuestos, más tarde o más temprano, el desarrollo tecnológico encontrará soluciones adaptadas para cada uno de ellos.
  
¿Por qué nos cuesta tanto, entonces, ver el carácter positivo, beneficioso, útil de los registros? ¿Por qué "no se los lee nadie"? Quizás, aventuro, se deba en parte a su configuración, a un desarrollo erróneo de sus componentes y de su formato. Quizás los registros actuales de enfermería nos obligan a decir tan poco, y tan mal, del estado y evolución de nuestros pacientes que nos vemos abducidos por su erróneo desarrollo, convirtiéndonos a la vez en malos registradores, en pésimos notarios de salud.

 
      ¿Cómo deberían ser pues dichos registros? ¿Qué formato es el idóneo?       
                                                                                                                                                      .../...



martes, 27 de enero de 2015

Soliloquios fugaces

Soliloquio nº 3

"...¿yo?, yo no tengo tiempo para registrar..."

 Hoy vuelvo a emprender una reflexión sobre los registros de enfermería, un soliloquio (monólogo de un personaje en una obra dramática) fugaz ya que, ¡cuántas veces y qué rápidamente se pierde nuestra voz cada vez que intentamos transmitir la importancia de registrar, y qué solos estamos!. "Monólogo en obra dramática" o, lo que es lo mismo, "Discurso en el desierto". El silencio, la presencia que oímos después de nuestra última palabra, presencia que se rompe, solamente, cuando alguien vomita la frase del título "...¿yo?, yo no tengo tiempo para registrar...". 
  ¿Por qué siempre hacemos referencia al tiempo cuando hablamos de registrar? ¿Por qué no hacemos lo mismo cuando nos referimos a cualquiera de las otras decenas de actividades que hace una enfermera? ¿Por qué no me falta tiempo cuando tengo que contestar 8, 10, x veces al teléfono? O cuando facilito documentación o datos clínicos a mi colega facultativo, datos al alcance de cualquiera de mi entorno, ¿por qué no me falta entonces tiempo? Cuando hago una pausa porque "es que hoy no puedo más", ¿me falta tiempo? ¿o tal vez tengo tiempo suficiente para ello?  Todo esto desemboca en una pregunta clave:
¿De qué categoría es la actividad "registrar" que siempre puedo obviar realizarla?
 Todavía no hemos comprendido que nada de lo que hacemos alcanza su utilidad plena, obtiene los mejores resultados posibles, si no existe su registro (escrito, oral , imágenes...), si no hemos dejado constancia de ello.
"Registrar" no es una función de segundo nivel dentro del rol de enfermería.
"Registrar" es un imperativo para Enfermería (con mayúsculas).
 "Registrar" y "visibilidad" van de la mano. Nunca nos haremos visibles si no dejamos constancia de nuestro actuar (ya hice referencia a ello en mis reflexiones nº 7, 8, 12 y 13). Pero ésto no es lo más importante: ¿hace falta enumerar los por qué del registrar? Aún así, hagámoslo:
  1. Facilitar la comunicación de la información con el resto de profesionales asistenciales, fomentando el trabajo en equipo de forma eficaz i dinámica.Y para que este proceso sea completo, ha de ser participado por los intereses del pacienete i su familia. 
  2. Promover cuidados enfeermeros de calidad. Un buen registro permite evaluar el progreso del paciente y determinar qué intervenciones han ido eficaces y cuáles no, si los resultados obtenidos han sido los esperador o si el Plan de cuidados ha de ser modificado; posee el potencial de mejorar la calidad de la asistencia y la atención dada al paciente, fortaleciendo todo aquello relacionado con su sseguridad. 
  3. Constituirse en una herraamienta fundamental para la toma de decisiones. Los registros se convierten en bases de datos que facilitan tanto la gestión de los recursos humanos, tecnológicos y financieros como la posibilidad de estimular investigaciones en cuidados de enfermería, que hagan enriqueceer la evidencia científica y tengan la debida repercusión en la mejora asistencial de los pacientes.
  4. Reflejar los estándares legales y profesionales. Muestran la adecuación a los requisitos profesionales de enfermería en el ejercicio de su actividad, rebelan los conocimientos de las enfermeras, sus habilidades y sus actitudes y, ante un conflilcto judicial, se constituyen en herramienta testimonial de la actuación enfermera con el paciente.
  5. Ser uno de los símbolosde nuestra profesionalidad, donde se muestra la coherencia del discuro enfermero, tanto el propio como el de la institución.
  6. Ser una de las imágenes del espejo tridimensional de nuestra esencia, una de las imágenes que estimulan el desarrollo de la profesión y nos otorga visibilidad.
  7. ...

   Y estos por qués del registro orientados, siempre, al paciente como horizonte al que llegar.
"Cuando uno quiere, puede. El resto son excusas"
En próximos soliloquios platicaré sobre tipos de registro y métodos de registro. De momento, por favor, hagamos caso a nuestros registros enfermeros, a lo que nos indican sus funciones, en definitiva a la importancia de su existencia como contrapunto a nuestra existencia.



jueves, 22 de enero de 2015

Soliloquio nº 2

¿Delegar o asumir? ¿Realidad o Utopía?


 Siempre que me piden que haga el recuento de cuáles son mis funciones, o que especifique el trabajo que realizo, o que diga simplemente lo que hago en ese despacho, a parte de que me cabree que después de 4 años mis colegas aún no sepan eso (tal vez, algo tendré yo que ver en ello), siempre, decía, me asalta la misma duda, una duda que se entromete insistentemente en mi discurso y para la que soy incapaz de encontrar una respuesta adecuada: una vez he explicado lo que hago, pienso ¿todo eso me pertenecía? Todo lo que he hecho, ¿era yo quién debía hacerlo? ¿Me han otorgado más funciones de las que me correspondían o, tal vez, he dejado de hacer algunas de propias, que he delegado en otro compañero? Delegar funciones. Ahí quería yo llegar. Yo delego, tú delegas, él delega...

"Hemos de ser conscientes de que no podemos hacerlo todo solos. Has de saber delegar",  te dicen.

Delegar, ¿actividades, funciones o responsabilidades?
Comencemos por el  principio. Definición (sí, de nuevo una definición). ¿Qué significa delegar? RAE:
 1. tr. Dicho de una persona: Dar a otra la jurisdicción que tiene por su dignidad u oficio, para que haga sus veces o para conferirle su representación.
 ¡Teeela! ¡Cervantes al habla! Veamos otra definición, específica para enfermería, y un poco más clara...:
2. Alfaro-Lefevre, R: transferir a una persona competente la autoridad para llevar a cabo una tarea seleccionada en una situación seleccionada, manteniendo la responsabilidad del resultado de la misma. 
  Bien. Estas dos definiciones contienen los matices de la problemática que quiero plantear, a saber:
  • ¿Se delegan actividades, funciones o responsabilidades?
  • ¿Soy competente para realizar esas funciones delegadas? ¿Estoy cualificado?
  • ¿Es competente, está cualificada la persona en quién delego?
  • ¿Es éticamente aceptable delegar?
   Según la American Nurses Associaton en sus Principles for Delegation del 2005,  "the RN, in delegated a task to an assistive individual, transfer the responsaiblity for the performance of the task but retains professional accountability for the overall care". Es decir, se transfieren tareas, actividades, cuidados y el responsable de ellos es quién los realiza, mientras que quien delega lo és de la decisión de delegar y de la adecuación de los cuidados dados al paciente, siempre y cuándo los cuidados, tareas, actividades delegadas hayan sido realizadas siguiendo sus instrucciones.
  Las funciones nos vienen determinadas por el rol al que pertenecemos, funciones que se enmarcan dentro de parámetros legales definidos por las organizaciones sanitarias y las políticas de personal.
  Así pues, no hay delegación de funciones ni de responsabilidades: siempre se es responsable de lo que se realiza; es uno de los principios éticos en la toma de decisiones. Soy responsable de mis actos, sean ésos delegados o propios; y, además, soy responsable de delegar.
   
  Y sí, delegar es ético y además uno de los pasos fundamentales a la hora de establecer prioridades. Delegar la resolución de problemas menores de un paciente a otra persona, nos permite disponer de más tiempo para la resolución de los problemas más graves de mis pacientes. Todas las decisiones relacionadas con la delegación de actividades han de ser tomadas bajo el principio de la protección de la salud, de la seguridad y el bienestar de mis pacientes. Ello hace que dicha delegación deba tener en cuenta: la situación de mi paciente, su nivel de estabilidad y sus necesidades; la posibilidad de producirle algún daño con la delegación; la complejidad de la actividad delegada y su adaptación a las capacidades de la persona en quien se delega; los resultados que se quieren obtener y, por último, tendrá en cuenta también el seguimiento necesario de su ejecución. Sólo si se cumplen estas premisas, fruto del proceso de razonamiento crítico por parte de quien delega, puede ser delegada una actividad.

   Dos de los interrogantes ha sido contestados, pero ¿y los otros dos? Ambos hacen referencia a los conocimientos, a la competencia adecuada para llevar a cabo la tarea delegada. Sólo pueden delegarse aquellas actividades para cuya realización posee conocimientos la persona en quién se delega, teniendo en cuenta su nivel de formación, la experiencia que posee y su vagaje cultural.  Sin estas premisas, no puede garantizarse la resolución de los problemas que puedan surgir como consecuencia de la realización de la actividad delegada. Así como es impresindible que quién delega ponga en acción su capaciddad de enjuiciamiento y de pensamiento crítico en el proceso de decisión, así también la persona en quién se ha delegado debe poseer ambas cualidades como garantes del trabajo a realizar.


  Bien, todo esto lo tengo claro, pero me queda una última y múlti-pregunta (que generará de nuevas):
¿es lícito decir que delegamos, cuando en realidad lo que estamos haciendo es un claro ejemplo de atribución de funciones ajenas? Puedo delegar la realización de un ECG a otro profesional, un Auxliar. Pero, ¿se puede crear una agenda de Auxiliar para la realización, por ejemplo, de ECGs preoperatorios, programados? O, ¿pueden, por ejemplo, ejercer de circulantes en procesos quirúrgicos menores ambulatorios?¿Son competentes para detectar alteraciones susceptibles de riesgo para el paciente? ¿No es cínico afirmar que son pruebas a realizar a pacientes sanos,  y que por lo tanto, no es necesario supervisar el resultado obtenido; o que sólo se trata de facilitar material y colocar al paciente, y que para hacer eso no es necesario un máster? ¿Es eso delegar o tal vez utilizar recursos inadecuados que ejercen funciones impropias? No olvidemos lo dicho anteriormente, que delegar es transferir a una persona competente la autoridad para llevar a cabo una tarea seleccionada en una situación seleccionada... "Tarea seleccionada en una situación seleccionada", no el trabajo diario, habitual, cotidiano.
  ¿Cuál es vuestra opinión? ¿Estoy en lo cierto o... "qué mal te veo compañero"? 

 

domingo, 11 de enero de 2015

Soliloquios fugaces (año nuevo, título nuevo)

Soliloquio nº 1 

2015: ¿Finalizar? ¿Iniciar? ¿Continuar?

   
  Sé que voy tarde al escribir la primera entrada del 2015; de hecho, también faltaría la última del año que ya se ha perdido. Y es que me preguntaba si era necesario acabar/comenzar de alguna manera determinada, si debía seguir la "norma no escrita" para estos casos, a saber, que parece obligado hacer una reflexión sobre lo qué hemos hecho y no hemos hecho durante el año en curso cada vez que se acaba. Y así lo vemos en la mayoría de blogs, sean del tema que sean.
  Quizás fruto de la desmesurada ingestión de alimentos o tal vez por la excesiva libación de sustancias alcohólicas espumosas, lo cierto es que siempre por estas fechas tendemos a hacer "nuevos" propósitos para el año que se inicia: realizamos promesas de enmienda y, avergonzándonos de algunas circunstancias ocurridas durante el año, nos juramos a nosotros mismos no volver a caer en los mismos errores; nos proponemos "retos" que deberíamos haber cumplido, sobradamente, con anterioridad; afirmamos con rotundidad que, por fin, vamos a llevar a cabo aquellas ideas "tan buenas" que nos han iluminado en momentos inesperados pero que, por hache o por be, nunca encontramos el momento de iniciar; y por supuesto, hacemos público nuestro deseo de que el nuevo año sea mucho mejor que el que se termina, para uno mismo y, como no, para los demás. Y cada año la misma cantinela. No existe espontaneidad en nuestras declaraciones, sino más bien rutina, costumbre, indolencia, tal vez hastío y, en ocasiones, fariseísmo. Toca porque toca. Y eso es lo que se espera de nosotros.
  Pues, ¡vamos allá! Sin querer caer en los calificativos dichos anteriormente, me obligo a reflexionar sobre esta época que, poco a poco, va pasando. Pero no para hacer balance, repaso de aquello conseguido o de aquello otro por conseguir, sino más bien para reflexionar sobre qué supone el momento en sí, el de la transición entre dos años catalogados como el "viejo año" y el "año nuevo", como si dicha transición fuera tangible, real y, como tal, sensible, para enfermería.

  Ya hay otros e-lugares dónde se hace un repaso a lo que hemos dejado atrás en Enfermería, a lo vivido y sufrido (si ambos términos son distintos) en la profesión, a los logros "intencionales" más que reales, a los deseos de cambio y reconocimiento "colectivos", a los retos de futuro que se persiguen. Y antes de adentrarnos en los nuevos artículos que nos llegan del "exterior", en la extensa (sí, extensa!) producción investigadora en enfermería, creo que cabe hacer un ejercicio introspectivo, de mirada interior, para descubrir nuevamente qué somos, quiénes somos.
  ¿Finaliza alguna cosa con este 2014 extinto? ¿Comienza "algo" con el balbuceante 2015? ¿Qué hemos dejado a medias, sin acabar? Respuestas las encontraremos, seguro, ya descritas en numerosos y acertados blogs. Personalmente siempre intento huir de estos posicionamientos finalistas e iniciáticos que se producen con cada cambio numérico del anuario. Nada finaliza ni nada se inicia, sino que todo continúa...pero de distinta manera.
   Y lo que continúa es nuestra lucha diaria por hacernos entender, por expresar nuestra idiosincrasia dentro del mundo sanitario, por hacer que nuestra voz se oiga más allá de estos pequeños islotes corporativos que son nuestros blogs, por hacer que, incluso a "oscuras", incluso en esta época de recortes y de malhumor sanitario, seamos visibles. Lo que continúa, y olvidamos con demasiada frecuencia, es nuestra esencia inmutable: el cuidar. 

"Nada cambia, todo pemanece" sería el enunciado apropiado para definir nuestra esencia. Sí, es un enunciado contrario al ¿sentido común?. Parecería que lo apropiado sería decir "nada permanece, todo cambia", afirmado ya por Heráclito de Éfeso, que nuestra esencia es cambiante como lo es/son la sociedad y sus necesidades.
Heráclito de Éfeso
"No podemos bañarnos dos veces en el mismo río y no se puede tocar dos veces una substancia mortal en el mismo estado, sino que a causa de la impetuosidad y la velocidaad de la mutación, se dispersa y se recoge, viene y va". "Bajamos y no bajamos el mismo río, nosotros mismos somos y no somos".
Y esta idea de cambio se caracteriza, así pues, por un pasar de un estado a otro, estados contrarios entre sí, estados que se encuentran en armonía, armonía de contrarios. Sólo en el enfrentamiento alternativo de los contrarios, éstos se otorgan, mutuamente, un sentido específico: "La enfermedad convierte en dulce la salud, el hambre convierte en dulce la saciedad, y la fatiga convierte en dulce el descanso"..."ni siquiera se conocería el nombre de la justícia, si no existiese la ofensa".

  Pero no es nuestra esencia la que cambia, la que se transforma y se convierte en devenir, sino nuestro posicionamiento ante esa esencia, es decir, nuestra existencia. Mi apuesta pasa por aceptar ambos enunciados. Antes he afirmado que nada finaliza ni se inicia con un camio de año, sino que todo continúa...pero de distinta manera: lo que continúa es lo inmutable, nuestra esencia; lo cambiante, nuestro acercamiento a esa esencia no cambiante, nuestra forma de posicionarnos frente a ella, de hacerla existencia.

Cuidar como esencia = inmutabilidad. En esencia "nada cambia, todo permanece".
Cuidar como existencia = devenir. En la existencia "nada permanece, todo cambia".    
  Dice Colliére que Enfermería se ha centrado en la búsqueda de reconocimiento social a través de su necesidad de autoafirmar su rol, más que en fortalecer o afirmar su posicionamiento frente a su esencia, el cuidado. Tal vez sea así, y debamos mirar nuevamente hacia nuestro origen esencial, el cuidar y su manifestación en los pacientes.
   No busquemos nuevas respuestas a preguntas no planteadas, no finiquitemos preguntas para las que no hemos explorado aún todas las respuestas posibles. Continuemos dirigiendo nuestro mirar hacia nuestra esencia, el cuidar, los cuidados, pero hagámoslo desde múltiples atalayas, desde distintos enfoques; dejémos de una vez por todas de mirarnos tanto el ombligo y abramos los ojos a quien realmente sustenta la existencia de nuestra esencia, el paciente.