sábado, 30 de mayo de 2015

Explorando Lo Incomprensible

Seis propuestas para la próxima enfermería 2

  En una entrada anterior inicié estas reflexiones movido por la lectura de la obra de Italo Calvino "Seis propuestas para el próximo milenio". Mis propuestas adoptan los mismos nombres que las de Calvino, y en aquella entrada hablé de la primera de ellas, la levedad, pero en clave enfermería. No se trata de una nueva metodología, de una nueva teoría del cuidado, sino de reflexiones que intentan ir más allá del marco asistencial, pinceladas filosóficas al entorno de qué debería significar ser enfermera y cómo debería ser nuestro ecosistema..
   La segunda propuesta para la próxima enfermería es la rapidez.  

Segunda propuesta. La rapidez. 

  Dice Calvino que la velocidad no tiene por qué ser un valor en sí, que "el tiempo narrativo puede ser también retardador, o cíclico, o inmóvil". No se trata de rapidez de la acción narrada, sinó rapidez del narrar, del tiempo narrativo, "agilidad de la expresión y del pensamiento".
  Extrapolemos: en nuestro Proceso Enfermero distinguimos la fase de Ejecución, aquella en la que llevamos a cabo nuestras intervenciones y el conjunto de actividades que las conforman como resultado de la aplicación del juicio clínico y del pensamiento críticoa las necesisdades del paciente. ¿Dónde reside la rapidez? ¿Dónde debería residir como propuesta para una futura enfermería?
   Acción que es narrada y acto de narrar = Actividad realizada y pensamiento de la actividad.
  En nuestro contacto con el paciente debemos estar atentos a todo lo que rodea a ese contacto e influye en el paciente, a lo que siente, a lo que padece, a sus objetivos, a sus deseos, al apoyo familiar existente, a los riesgos extrínsecos e intrínsecos que lo acosan, a lo que fue a lo que es y a lo que puede llegar a ser, a las necesidades que precisa cubrir, a cuáles son sus capacidades mermadas, a su voluntad ... Todo ello espera una respuesta nuestra, todo es susceptible de poner en marcha nuestra actuación, nuestra intervención, unas actividades enfermeras. Ahí no tiene sentido la rapidez. Los actos vitales del paciente, como los actos que se cuentan en una narración, tienen su tiempo, un tiempo que puede ser veloz (se nos escapa la vida de las manos, decimos), retardador (qué largos se nos hacen los días, parece que maañana no vaya a llegar nunca), cíclico (de nuevo, otra recaída) e inmóvil (día tras día sin que nada ocurra), usando los términos de Calvino. Así, la respuesta a esos actos, nuestras actividades enfermeras, deben seguir ese ritmo vital, el tempo de esa acción: rapidez cunado así lo demanda el paciente (actuación rápida ante una petición, ante una situación de urgencia...); retardo cuando nuestra acción debe ser  dilatada, demorada, incluso postergada (tiempo para acompañar, para cuidar, para dejar lo fútil para más adelante) ; cíclica cuando precise ser una actividad repetitiva, constante, periódica (curar, ayudar en las ABVD); e inmóvil cuando sólo sea importante nuestra no-acción, nuestra inhibición (indicaciones LET). La relatividad del tiempo.

  Pero en la determinación de las actividades enfermeras, en la elección de nuestra intervención como respuesta a las necesidades vitales del paciente, en la forma cómo determinamos esa intervención, en la forma de narrar, sí interviene la rapidez: rapidez como sinónimo de agilidad, no de precipitación ni de apresuramiento. Rapidez como diligencia, como dinamismo; rapidez como ligereza, como destreza... términos todos ellos interrelacionados. Rapidez del proceso de pensamiento crítico enfermero frente al problema del paciente, y rapidez del resultado de ese proceso, el juicio clínico, la respuesta, la decisión clínica de  la actuación enfermera. Enfermería ha de reflejar la rapidez de su pensamiento y de su toma de decisiones, ha de demostrar la capacidad de adaptación de ese pensamiento y de sus actuaciones a los cambios de salud del paciente. 
Rapidez del pensar y de la decisión de actuación, frente a ajuste temporal de dicha actuación


domingo, 24 de mayo de 2015

Míster P.

Todo tiene una explicación... (relato a modo de Robert L. Stevenson)


 "De pronto  comencé a percibir con mayor claridad de la que nunca se haya imaginado la inmaterialidad temblorosa, la efímera inconsistencia de este cuerpo que es nuestra vestidura carnal, de este cuerpo en apariencia tan sólido. Hallé que ciertos agentes tenían la capacidad de alterar y arrancar esta vestidura del mismomodo que el viento agita los cortinajes de unos ventanales."
"El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde"  Robert L. Stevenson

  Como cada mañana, JR se sentó en la cama dispuesto a ponerse las zapatillas y a dirigirse al baño. Se desperezó bostezando, buscó el calzado con los pies por el frío suelo mientras palpaba en la mesilla de noche para encontrar sus gafas. Algo, en ese momento, notó de extraño, algo que no era como todos los días. Con su mano golpeó el despertador e intentó coger el estuche de las gafas, ambos cayeron al suelo. Estaba claro, ese iba a ser un día distinto. Se dirigió tambaleante, como siempre, hacia la puerta del baño, encendió la luz y, antes de entrar, abrió el armario en busca de su ropa interior. La dejó sobre el mármol, sacó del estuche las gafas y se las puso. 
  "No me miré al espejo sino un instante (...) Me restaba averiguar si había perdido mi identidad para siempre y tendría que huir antes del amanecer de aquella casa que ya no era mía".
  Levantó la cabeza e intentó mirarse al espejo con los ojos entrecerrados, la luz era más intensa que de constumbre. Lo que vió, o mejor dicho, a quién vió fue a un desconocido. Fueron uno o dos segundos, pero la expresión que vió reflejada en el espejo durante ese tiempo le pareció la de un extraño. No se reconoció, los ojos no miraban, la boca se desdibujaba en una curvatura descendente dándole a la imagen un aire de inexpresividad. ¿Quién era? ¿Dónde estaba yo?, se preguntó. ¿Tan pronto? ¿Ya había llegado la hora? Por fortuna, fue un instante que desapareció del mismo modo que llegó. Ahora sí, volvía a ser él, se reconoció frente al espejo. No, aún no era el momento. Volvía a ser JR. Aunque lo que sí permaneció de esa experiencia fue ese temblor fino y no aceptado aún de la mano izquierda.  
  Lo tenía cada mañana, invariable, persistente, recordándole que estaba ahí desde hacía ya 5 años. Si se fijaba en él era capaz de vencerlo momentáneamente, de eliminarlo. O eso creía. Algunas mañanas, por el contrario, tenía que hacer un esfuerzo titánico por no dejarse llevar y sucumbir al temblor en toda su expresión. Y aquella, era una de esas mañanas. Sabía que, lentamente, eso iría ocurriendo, que irían surgiendo nuevas manifestaciones: P. intentaba abrirse paso, lentamente, y pretendía sustituirle.
  "Había algo extraño en mis sensaciones, algo indescriptiblemente nuevo... En mi interior experimentaba una fogosidad impetuosa (...) sentí que se disolvían los vínculos de todas mis obligaciones y una libertad de espíritu desconocida, pero no inocente, invadió todo mi ser" "...deseos y anhelos comenzaron a torturarme como si dentro de mí Hyde luchara..."
  A medida que transcurría el día, JR intentaba no dejar ver a P., intentaba controlarlo en su interior. A veces, el pie izquierdo golpeaba arrítmicamente el suelo y no era, hasta que alguien se lo hacía notar, consciente de ello. En otras ocasiones, se mostraba inquieto, algo en su interior pugnaba por salir, y notaba su mente abotargada, inconexa, como si sus neuronas quisieran dispararse, sin criterio alguno, en todas direcciones. Temía que, en cualquier momento, se pudiera descontrolar. Para evitarlo intentaba concentrarse en lo que estuviera haciendo, se colocaba los auriculares, ponía alta la música y se iba lejor, intentaba huir, mentalmente, de allí. Cuando no lo lograba, llegaba a la noche exhausto y, ya en la cama, con los ojos cerrados, aún notaba su mente cabalgar desbocada y, siempre, siempre aquel ligero temblor...
  "Renuncié resueltamente a la libertad, a la relativa juventud, a la ligereza (...) llevé una vida tan severa como nuncca lo hiciera anteriormente y disfruté de las compensaciones que proporciona una conciencia satisfecha".
  Procuraba no ir a lugares donde pudiera haber mucha gente, le daba la impresión que todo el mundo lo miraba. Caminar no le apetecía, P. le distorsionaba el paso con el suyo, hacía que se cansara rápidamente y si el camino presentaba ligeras subidas, le obligaba a jadear y le enlentecía aún más su marcha. Si no había más remedio que desplazarse para asistir a algún acto social o familiar, lo hacía con la mano izquierda en el bolsillo del pantalón para así poder disimular el temblor y la extrañeza en el andar, que ya hacía tiempo también que P. le había usurpado. Tenía tendencia a chocar con quien viniera de frente: P. le obligaba a hacerlo; perdía el equilibrio al intentar tomar distancia y, en lugar de separarse hacia el lado libre la sensación era de que hacía lo contrario. Si bebía algo, procuraba coger la copa o el vaso con la mano derecha y en las comidas evitaba las sopas y las cremas, y todo aquello que por su inconsistencia debiera ser tomado con cuchara.
  "Traté de borrar con lágrimas y oraciones aquel tropel de imágenes y sonidos que mi memoria arrojaba contra mí, pero entre súplica y súplica, el feo rostro de mi iniquidad continuaba asomándose a mi espíritu". 
  Sufría. Ante extraños P. intentaba salir con  mayor vigor para así presentarse él mismo. Y lo hacía cada vez más a menudo. En una ocasión, en la presentación de un proyecto laboral, ante el público, casi lo consiguió: intentó eclipsar a JR, impostó la voz, suave, baja, afónica, luchó hasta el paroxismo por salir y situarse en el espacio que, en el atril, ocupaba JR hasta el punto que éste afirma, rotundamente, que de haber estado entre el público sentado habría visto cómo la cara se le trasfiguraba en la cara de P. Sufría, JR sufría.
  Sufría él y sufrían los suyos. Los veía preocuparse disimuladamente por él, y él hacía como si nada ocurriera, como si todo fuera normal y P. no existiera. Había optado por no explicarles esas nuevas sensaciones que, poco a poco, le iban dominando; si lo hacía, veía reflejada en sus ojos la tristeza y el miedo a un mañana gris. A veces, ese mismo silencio por ambos lados era la causa de desaveniencias y crisis que podían durar días. JR sufría no tanto por él como por L., le dolía pensar que, tal vez, con el paso de los años, L. podría padecer la visita de mister P. No quería que le odiara por ello, por dejarle esa herencia genética, no quería que le odiara como hacía él con su pasado familiar: maldecía la herencia recibida, tanto materna como paterna (por suerte aún no había una Sra. N.), y veía el grado de degeneración que la edad producía y que, de buen seguro, a él le llegaría mucho antes. Sufría. Y L sufría, a su manera, quedamente, pero sufría. Y M. también sufría, aunque JR le reprochaba silenciosamente que no se lo demostrara más  a menudo. Pero JR no era consciente de que ambas lo guardaban en su interior, de que el sufrimieento que sentían lo reservaban para sí mismas; y por ese intencionado silencio, a JR le parecía que se olvidaban de él, que, al fin y al cabo, tampoco era para tanto, que ya vendría con el tiempo lo peor. Pero sí, M. también sufría... y lloraba.

  "Sería inútil prolongar esta desscripción y me falta tiempo para hacerlo. Sólo diré que nadie ha sufrido tormentos tales, y con eso basta. Y, sin embargo, el hábito de sufrir me ha valido, si no un alivio, sí al menos un relativo encallecimiento del espíritu, cierta aquiescencia a la desesperación".

Epílogo

  La última vez que ví a JR parecía más acomodado a su nueva situación . Me costó reconocerlo.Venía hacia mí, andando lentamente. No iba con la mano en el bolsillo, sino que ésta cimbreaba visiblemente a cada paso, mientras el brazo le caía inmovil y casi pegado al cuerpo. Su rostro era casi inexpresivo, con una ligera asimetría, antes no visible. Nos saludamos, aunque aún hoy pienso que no me reconoció del todo, y al hacerlo pude percibir un ligero temblor en su pierna izquierda.  Mientras hablábamos de cómo nos iban las cosas, varias veces me pareció que surgía sutilmente P. trasnformando la voz de JR y sacudiendo imperceptible todo su cuerpo. Parecía tener problemas de memoria, le costaba encontrar algunas palabras. Bromeaba, incluso sobre su alter ego, P., y decía haberse "conformado, ¡qué remedio!" (fueron sus palabras) y que, a veces, incluso hablaba con P. Me pareció que se emocionaba al explicarlo, pero no ví en él signos de desesperación ni indicios de estar deprimido; él mismo me confesó que vivía sabiéndo que esa situación llegaría algún día. Nos despedimos con un abrazo y quedamos para vernos de nuevo, más adelante, ellos, JR y P., y yo. Tal vez sea así, o tal vez me encuentre solamente con P.

 

 

 

domingo, 17 de mayo de 2015

Explorando Lo Incomprensible

Proceso metodológico enfermero vs Proceso electrónico enfermero

  Cuando nos enfrentamos a los programas informáticos creados para contener la Historia clínica de nuestros pacientes, exigimos de ellos, principalmente:

  1. Que sean sencillos y fáciles de usar. 
  2. Que nos muestren en pantalla TODOS los datos que necesitamos para llevar a cabo nuestra asistencia, que puedan ser consultados de un solo golpe de vista.
  3. Contamos los clics que nos obligan a hacer... y siempre seran demasiados.
  4. Que nos den el Plan de Cuidados ya confeccionado, a lo sumo la mayor parte de él.
  5. Que podamos confirmar de golpe (o como suele decirse, masivamente) todas las actividades y fármacos de mi paciente.
  6. ...
  Es legítimo solicitar de nuestros programas de HHCC electrónicas que sean así de sencillos. Algunos de estos imperativos son, no obstannte, discutibles. ¿Qué buscamos, un Proceso Electrónico Enfermero? ¿Dónde queda reflejado el razonamiento, el pensamiento crítico, que derivará en un juicio clínico necesario para una adecuada toma de decisiones sobe las actuaciones a llevar a cabo con nuestros pacientes? ¿Dónde situamos el Proceso Metodológico Enfermero (PME)? ¿En el ámbito pre-asistencial, en el ámbito de desarrollo de la aplicación? Una parte sí. 
  Quienes intentamos desarrollar el PME en los programas de HHCC electrónica partimos de ese presupuesto: somos nosotros los primeros en aplicar el pensamiento crítico para delimitar el qué del PME informatizado. Si somos fieles a nuestro Proceso, partimos de la recolección y posterior análisis de los datos obtenidos en la Valoración para, así, determinar los Problemas/Diagnósticos del paciente. ¿Cómo seguir? Mi opinión, y así intento transmitirlo en la creación de una nueva aplicación informática que estamos llevando a cabo actualmente, es:
  • Valoración: 14 necesidades de V. Henderson + Clasificación de los criiterios de valoración de enfermería (OME). Recolección y análisis de los datos.
  • Diagnósticos: taxonomía NANDA-II. Se muestran los posibles Diagnósticos para los datos alterados de la Valoración. No es una etapa cerrada, inamovible, invariable. Aquí entra el Pensamiento crítico y el Juicio clínico del profesional asistencial: él es quien debe determinar qué problema prevalece por encima de los demás, siempre a partir de la determinación de cuál es el dato, el signo/síntoma, guía. Yo, referente, establezco la relación entre Datos y Diagnósticos; tú, asistencial, determinas qué Diagnóstico es el principal al determinar también qué Dato es el Dato guía.
  • Resultados e indicadores: taxonomía NOC. Se muestran posibles Resultados a obtener para el/los Diagnóstico/os marcados. De nuevo es preciso el ejercicio de pensamiento crítico por parte de la enfermera: deberá determinar qué Resultados quiere conseguir en su paciente y qué Indicadores de Resultados seguirá.
  • Intervenciones y Actividades: taxonomía NIC. Para cada Diagnóstico determinado junto con los Resultado a obtener, se ofrecen posibles Intervenciones a realizar. De nuevo entra en juego la enfermera para marcar qué Intervenciones serán precisas realizar para conseguir los Resultados que solucionen el Problema/Diagnóstico inicial. 

Y ahora viene la duda: ¿es necesario determinar todas y cada una de las Actividades a realizar para cada Intervención escogida? ¿No es suficiente con determinar qué Intervenciones realizará enfermería y, en todo caso, mostrar como ayuda el lisatado de las Actividades que las componen? hay defensores de la primera inteerrogación y defensores de la segunda.
  ¿Mi posición? Creo necesario indicar qué Actividades se van a realizar para cada una de las Intervenciones determinadas. Me justifico: en una misma Intervención podemos encontrar Actividades contrarias y/o Actividades enfocadas hacia un tipo de paciente, no generalizable. P.ej.: Diag,."Conocimientos deficientes" -  Res."Conocimiento: régimen terapéutico", en este caso como posibles Intervenciones dependerá  del tipo de conocimienetos que pretendamos que obtenga el paciente: "Enseñanza: medicamentos prescritos", "Enseñanza:dieta prescrita", "Enseñanza: proceso enfermerdad", etc. No es lo mismo para un paciente quirúrgico, diabético, neurológico, etc. Si sólo determinamos Intervenciones y no especificamos qué Actividades queremos realizar para cada Intervención, caemos en generalidades para nada adaptadas a la realidad de nuestros pacientes. Sí, abogo por los Planes de Cuidadoss Individualizados: no hay dos pacientes iguales. Aún así, puedo entender la necesidad de establecer Planes de Cuidados Estandarizados, pero con muchas reservas.

lunes, 11 de mayo de 2015

Felicidades ! 12/5/2015

  Hay días para todos, para las madres, para los padres, el día de los enamorados, el día sin humos, el día del libro, etc. Y nosotros, como algunas otras profesiones, también tenemos nuestro día, el 12 de mayo, en el que conmemoramos el nacimiento de nuestra razón de ser, el nacimiento de Florence Nightingale. Es una mirada al pasado, y en eso debe quedarse, en un girar la cabeza para ver lo que se ha superado, lo que ha cambiado de nuestra profesión y se ha abandonado atrás. Tal vez habrá que regresar, conceptualmente, a ese pasado y recuperar alguno de los principios que aún hoy necesitamos.
  No despreciemos la oportunidad de mostrarnos, aunque sólo sea por un día. Y no esperemos que nadie nos organice nada: por muy duro que sea nuestro día a día, por muy poca gratitud externa que obtengamos seamos nosotros quienes levantemos (se hace tarde...) el velo nuestra propia invisibilidad.

Enfermería Una fuerza para el Cambio

  En el lema del CIE hay una palabra que me inquieta, que me impide apoyar ciegamente el objetivo que se persigue. La palabra es el artículo indeterminado "Una", entendiendo por indeterminado aquél artículo que  empleamos para referirnos a un ser u objeto no definido o no especifico.  
  Una fuerza. ¿Por qué esta indefinición? Una fuerza. ¿Acaso necesitamos más? ¿De cuántos tipos de fuerza estamos hablando? Yo apuesto por hablar de "La fuerza". Somos, todos y cada uno de nosotros, suficientes como para convertirnos en La fuerza que conduce al Cambio y en nosotros está esa posibilidad. Fuerza, fortaleza, energía, esfuerzo, impulso, potencia... palabras intercambiables, con un mismo significado. Enfermería es La fuerza para el Cambio.

sábado, 9 de mayo de 2015

A punto de finalizar la Jornada AENTDE en Bilbao. Jornada de reflexion sobre el pensamiento critici. Nuevas amistades con problemas comunes. Nuevas ideas, planes futuros. Pero hagamos q la proxima este mas dirigida a la practica asistencial. Enhorabuena por la Jornada.

jueves, 7 de mayo de 2015

Explorando Lo Incomprensible

¡Sí, lo Incomprensible existe en Enfermería, porque existe la irracionalidad!

¿Qué somos? O quizás la pregunta sea ¿qué queremos ser? O tal vez no importen ni la pregunta ni la respuesta, tal vez lo importante sea ser, actuar, moverse,... Pero aún así se necesitan unas directrices, una baranda donde sujetarse ante el vértigo de esta empresa que es ser, ser enfermera. Ejemplos no nos faltan: #Humaniza de Cuadernillo sanitario, la entrada el Diagnóstico enfermero de Chupete, tirita, pintalabios, #12visibles12M Enfermeria através de la red de Nuestra enfermería, No esperemos ni un solo segundo: #Humaniza de Cuidando.es, ... Y tantos y tantos ejemplos que redireccionan nuestra profesión.

Pero sí, lo Incomprensible existe en Enfermería. Lo Incomprensible es mantener a Enfermería en el oscurantismo; considerarla una profesión menor, subordinada a; considerarla innecesaria como teoría filosófica, desmesurada como modelo conceptual; excesiva en sus objetivos y fines; petulante en su afán de registro de sus actividades... ¿No existe quién piense asi de la profesión? Existe y, habitualmente, suelen estar dentro mismo de nuestras organizaciones y, en algunos casos, ocupando puestos de responsabilidad. 
No, enfermería no realiza tareas. Véase el significado del término: 
  1. f. Cualquier obra o trabajo.
  1. Trabajo que debe hacerse en tiempo limitado.
  1. Afán, penalidad por un trabajo o esfuerzo continuo.
Enfermería realiza cuidados, si se prefiere, actividades. Trabaja por procesos. Nos importa el todo del paciente, no sólo sus "datos clínicos", responsabilidad primera de otros profesionales. Nos importan sus creencias, sus emociones, sus sentimientos, sus comportamientos, sus sensaciones, sus padecimientos, sus relaciones famillares, no sólo sus datos bio-fisiológicos. No, no realizamos tareas; en todo caso, actividades delegadas como verificación de la existencia de problemas de colaboración,

  Digámoslo de una vez por todas: ¡Enfemería una fuerza para el cambio!

domingo, 3 de mayo de 2015

Explorando Lo Incomprrensible

Seis propuestas...
  
Hoy he de referirme a una obra de Italo Calvino, titulada "Seis propuestas para el próximo milenio". Y lo hago porque creo ver en esas propuestas, seis oportunidades para comprender a enfermería.                  
                   
                          Comprender...

A quien va dirigido este verbo es a nosotros mismos, somos nosotros quienes debemos comprendernos antes de buscar en los demás nuestras limitaciones, y pensar que son ellos los que no nos comprenden, ver de qué estamos compuestos e intentar reestructurarnos; aprender a desaprender, a liberarnos de lo fútil para aprehender lo esencial; deconstruir, no para reconstruir sobre lo conocido sino para construir, de nuevo, algo nuevo.


 Calvino inicia sus seis propuestas, propuestas evidentemente en clave literaria, con un corto prólogo en el qué especifica su objetivo: "Quisiera, pues, dedicar estas conferencias a algunos valores o cualidades o especificidades de la literatura que me son particularmente caros, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio". Es en este punto en el que "valores o cualidades o especificidades de la literatura" puede ser intercambiada por "valores o cualidades o especificidades de la enfermería" y en el que me atrevo a lanzar, tomando los términos de Calvino, mis 

                               "Seis propuestas para la próxima Enfermería".

  1. Levedad
  2. Rapidez
  3. Exactitud
  4. Visibilidad
  5. Multiplicidad
  6. Apéndice: el arte de empezar y el arte de acabar
Primera propuesta - Levedad. Hablar de levedad en Enfermería no significa intrascendencia, hacerse insignificante, apocarse y desaparecer, sino liberarse del peso que presupone nuestra presencia constante junto al paciente, de la pesadez de ese mundo compacto y sofocante que nos obliga a utilizar macrosistemas y macroprocesos, y en los que se homogeneiza la enfermedad y, con ella, al paciente, subordinándonos, además, a entidades falsamente superiores.  

Levedad implica percibir lo simple y lo cambiante en el paciente; implica capacidad de abstraer lo elemental hacia donde dirigir nuestra asistencia; implica actuar sobre lo individual, de cubrir sutilmente las necesidades elementales del paciente, de establecer microprocesos asistenciales para el conjunto del macroproceso mórbido. Y en consecuencia, levedad para sobresalir, sutilidad para evidenciar nuestra presencia frente a la tosquedad de una praxis inapetente.

 

Levedad en Enfermería debe entenderse, también, como esa capacidad de alzarse por encima del sistema, de dejar el lastre de la tradición decimonónica a un lado, de lanzar al olvido los prejuicios, las autocomplacencias, el inmovilismo, el aburguesamiento cotidiano, la falsa profesionalidad para situarnos, ingrávidos, sobre lo realizado hasta ahora y, tomando perspectiva, poder recrear(se) nuestra esencia, nuevamente: cuidar..
Se pregunta Kundera en "La insoportable levedad del ser" si Paménides tenía razón o no cuando postuló que todo en el mundo estava dividido por principios contradictorios, positivos y negativos, y si realmente la levedad es positiva y la pesadez negativa, tal y como crreía Parménides. Mi respuesta es afirmativa.

  Por último, esta primera propuesta toma prestadas ideas de la filosofía de la asistencia de Kari Martinsen. Dice Kirkevol (1998):  «Martinsen no pretende presentar una teoría lógicamente construida. Por el contrario, se aleja de la noción del conocimiento que insiste en que la teoría tenga una estructura lógica formada por términos, principios y reglas. La teoría de Martinsen es un análisis interpretativo del cuidado, sobre el que la autora intenta verter luz desde varias perspectivas. Debe decirse que el tratamiento de este fenómeno es tanto extenso como exhaustivo». 
  Estamos ante una teoría del cuidado como fenomenología, que busca entender "la cosa en sí misma", es decir, ir más allá del conocimiento pre-científico, y aquí entronca con la idea de levedad; Martisen propone con sus postulados, elevarse sutilmente dejando atrás el peso de lo sobrentendido, de lo dado porque sí, de aquello que siempre damos por supuesto.