Explorando Lo Incomprensible
No más cero-a-la-izquierda
Hay imágenes, experiencias vividas en nuestra cotidianidad que nos hacen sentir la vacuidad de lo inútil, que hacen crecer en nosotros la percepción de la inmaterialidad, de lo etéreo, de lo intangible, que nos convierten en invisibles, como seres incorpóreos cuya presencia se ignora. Así, como ejemplos, el dar los buenos días y obtener por respuesta el silencio; la invasión de nuestro espacio vital en distintos lugares de lo público; el contacto evitable pero voluntario, sin explicaciones y cómo si estorbáramos; la espera de ser atendidos ignorando nuestra presencia; la obligación de participar, como oyentes pasivos, de conversaciones privadas... Todo ello son ejemplos de cómo de invisibles nos hemos vuelto para los demás. Es la verdadera revolución social de nuestro tiempo, el yoísmo, el egoísmo moral, el subjetivismo radical, el (perdonad la palabra) solipsismo existencial, yo sólo, lo demás no existe.
Y pienso en ello mientras intento mantener el interés por el discurso egocéntrico, prepotente, ególatra, narcisista, al que estoy siendo sometido en esta sala por profesionales variopintos. ¿Por qué parece que las enfermeras, algunas de ellas expertas en determinados aspectos específicos de la asistencia, por qué, decía, parece que seamos contínuamente desacreditadas? ¿Por qué se cuestiona nuestra opinión a la mínima discrepancia? ¿Por qué solemos enterarnos las últimas acerca de problemas que son, por completo, de nuestra incumbencia? ¿Por qué parece que no existamos, que seamos como esas presencias etéreas que nadie ve, que nadie oye y cuyas certezas nunca están a la altura, sino que son pisoteadas, ninguneadas, consideradas como falsas certezas por las "sensatas opiniones" de los demás? ¿Por qué somos el cero-a-la-izquierda?
Y sigo pensando en ello, e intento simular interés por el discurso de los sofistas que tengo delante (ay!, entre los que hay tamibién algunas enfermeras...), cada uno de ellos ejercitando tantos giros linguísticos sobre sí mismos que me recuerdan al volar concéntrico de las moscas cuando llega el buen tiempo. Y, estoy cansado, me declaro "buey", pues siento que soy incapaz de quitarme de encima esta molestia, este volar egocéntrico, y sólo puedo "mover las orejas y latiguear mi cola" para aliviar, momentáneamente, su zumbido.
Y sigo extrapolando, somnoliento, pensamiento y realidad y me doy cuenta de que, mal que nos pese, este "volar" también es una parte de nuestra enfermería: no sólo nos hace invisibles la visible mala praxis asistencial sino también el visible-egocéntrico-acomodatício actuar de alguna de nuestras enfermeras asistenciales, y gestoras también, más preocupadas por su propio interés, por su comodiad laboral, por la codicia de su posición, por ese yoísmo generalizado, más que por su verdadera esencia, motor fundamental para nuestra existencia, el cuidar.
Pero, ¿seguro que no nos queda más opción que ser bueyes que ahuyentan sus propias moscas? ¿ no nos queda más opción que acostumbrarnos a su zumbido? Da la impresión de que es así, de que por mucho que intentemos posicionarnos a la derecha como ceros, incrementando así el valor de nuestras acciones, tan sólo hemos conseguido, en el mejor de los casos, cruzar la coma y seguir dando un valor ínfimo a nuestra esencia.
Pero he dicho "dar la impresión", y una impresión sólo es una opinión, no un hecho. Un hecho es, por ejemplo, la agradable sorpresa que he recibido hoy, por parte de una compañera de consultas externas, ante su petición de asesoramiento para poder implementar el Proceso Enfermero en su consulta de Hipertensión y Riesgo cardiovascular. ¡La primera petición que alguien me realiza, con entusiasmo y no por imposición, de querer desarrollar todo el Proceso, designando diagnósticos NANDA, marcando los resultados NOC a obtener , definiendo las intervenciones NIC a realizar y escogiéndo sus actividades! ¡Qué gran peso tiene un grano de arena! (no está todo perdido, R.B.).
Y la paradoja es que sólo siendo cada uno de nosotros un minúsculo grano de arena, un impulso enfermero, seremos capaces, juntos, de romper esa invisibilidad creada por nosotros mismos y que hace, a la vez, que nos ignore nuestro entorno más inmediato. ¡No más cero-a-la-izquierda! Debemos aprender a decir "no más cero-a-la-izquierda", aprender a ser "grano de arena", a ser impulso, aprender a aprehender aquello que nos hace visibles.
Y pienso en ello mientras intento mantener el interés por el discurso egocéntrico, prepotente, ególatra, narcisista, al que estoy siendo sometido en esta sala por profesionales variopintos. ¿Por qué parece que las enfermeras, algunas de ellas expertas en determinados aspectos específicos de la asistencia, por qué, decía, parece que seamos contínuamente desacreditadas? ¿Por qué se cuestiona nuestra opinión a la mínima discrepancia? ¿Por qué solemos enterarnos las últimas acerca de problemas que son, por completo, de nuestra incumbencia? ¿Por qué parece que no existamos, que seamos como esas presencias etéreas que nadie ve, que nadie oye y cuyas certezas nunca están a la altura, sino que son pisoteadas, ninguneadas, consideradas como falsas certezas por las "sensatas opiniones" de los demás? ¿Por qué somos el cero-a-la-izquierda?
Y sigo pensando en ello, e intento simular interés por el discurso de los sofistas que tengo delante (ay!, entre los que hay tamibién algunas enfermeras...), cada uno de ellos ejercitando tantos giros linguísticos sobre sí mismos que me recuerdan al volar concéntrico de las moscas cuando llega el buen tiempo. Y, estoy cansado, me declaro "buey", pues siento que soy incapaz de quitarme de encima esta molestia, este volar egocéntrico, y sólo puedo "mover las orejas y latiguear mi cola" para aliviar, momentáneamente, su zumbido.
Y sigo extrapolando, somnoliento, pensamiento y realidad y me doy cuenta de que, mal que nos pese, este "volar" también es una parte de nuestra enfermería: no sólo nos hace invisibles la visible mala praxis asistencial sino también el visible-egocéntrico-acomodatício actuar de alguna de nuestras enfermeras asistenciales, y gestoras también, más preocupadas por su propio interés, por su comodiad laboral, por la codicia de su posición, por ese yoísmo generalizado, más que por su verdadera esencia, motor fundamental para nuestra existencia, el cuidar.
Pero, ¿seguro que no nos queda más opción que ser bueyes que ahuyentan sus propias moscas? ¿ no nos queda más opción que acostumbrarnos a su zumbido? Da la impresión de que es así, de que por mucho que intentemos posicionarnos a la derecha como ceros, incrementando así el valor de nuestras acciones, tan sólo hemos conseguido, en el mejor de los casos, cruzar la coma y seguir dando un valor ínfimo a nuestra esencia.
Pero he dicho "dar la impresión", y una impresión sólo es una opinión, no un hecho. Un hecho es, por ejemplo, la agradable sorpresa que he recibido hoy, por parte de una compañera de consultas externas, ante su petición de asesoramiento para poder implementar el Proceso Enfermero en su consulta de Hipertensión y Riesgo cardiovascular. ¡La primera petición que alguien me realiza, con entusiasmo y no por imposición, de querer desarrollar todo el Proceso, designando diagnósticos NANDA, marcando los resultados NOC a obtener , definiendo las intervenciones NIC a realizar y escogiéndo sus actividades! ¡Qué gran peso tiene un grano de arena! (no está todo perdido, R.B.).
Y la paradoja es que sólo siendo cada uno de nosotros un minúsculo grano de arena, un impulso enfermero, seremos capaces, juntos, de romper esa invisibilidad creada por nosotros mismos y que hace, a la vez, que nos ignore nuestro entorno más inmediato. ¡No más cero-a-la-izquierda! Debemos aprender a decir "no más cero-a-la-izquierda", aprender a ser "grano de arena", a ser impulso, aprender a aprehender aquello que nos hace visibles.
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