Explorando Lo Incomprensible
Sección "Enfermérides no redondas"
Justificación
En 1997 Enrique Vila-Matas cumplía 50 años y confesaba públicamente su aversión a esa cifra, no por lo que representaba sino por ella misma, por su redondez, su exactitud. No le gustaban, por entonces, los números redondos. No entendía la relevencia que se le daba a celebrar el 50 o el 500 aniversario del nacimiento de alguien frente al 103 aniversario, por ejemplo. Y fué al pensar en ello, cuando decidió cambiar la temática de la columna semanal que escribía para un diario de gran tirada, que nada le reportaba. Y comenzó un 1 de septiembre de 1995 a "literaturizarla", a celebrar semanalmente "aniversarios poco
ortodoxos de nacimientos de escritores" en los que las cifras nunca
coincidían con un número redondo. Surgiría así el libro Para acabar con los números redondos. E.Vila-Matas, ed. Pre-Textos, con 52 artículos sobre aniversarios de figuras literarias importantes para él.
18 años después y con 4 años más, emprendo el reto de intentar emular (espero que no sea parodiar) a uno de mis escritores preferidos y que me ha dado a conocer obras y autores que se han convertido en mis vigías vitales. Comienzo así, hoy 4 de septiembre del 2015, 20 años y 4 días después de aquel 1 de septiembre de 1995, una serie de entradas a las que he puesto el nombre genérico de "Enfermérides no redondas". Con ellas quiero celebrar con vosotros aniversarios
poco ortodoxos, y algún suceso y/o hecho remarcable de personajes
relevantes de nuestra profesión. Espero que nunca llegue a oídos de E.Vila-Matas esta humilde apropriación de idea temática, fruto de la veneración que profeso a su literatura, y deseo que en lo posible aporte divertimento, conocimiento y algo de rigor científico a vuestros ratos de ocio.
Enferméride I - Una intensa relación
Cuando Gustav comenzó a trabajar como bombero en los ferrocarriles de la ciudad de Reading, Pennsylvania, habían pasado ya casi 40 años desde que se inició, a causa de la depresión económica, la gran huelga ferroviaria de 1877 en Estados Unidos. Fué tan violenta y generalizada que obligó incluso a la Guardia Nacional a actuar en contra de sus conciudadanos. Pero lejos quedaba esa época para Gustav y pronto pudo empezar a sentirse como un estadounidense más a una edad, veintipocos años, en que todo es posible.
Gustav nació en 1882, en Boguchwala, Kreis Lino, en lo que fue Pusia oriental, mientras que su padre Karl y su madre Julianna eran de procedencia rusa. Se casó con Ottilie Elgert nacida en Kochanow, Poland, en 1882. Tenían la misma edad y empezaban un proyecto vital juntos. La primera referencia como ciudadanos vinculados al estado de Pennsylvania es de 1910, según consta en el Censo Fedeeral de los EEUU. No debieron ser esos primeros años nada fáciles para unos inmigrantes llegados de centro-europa, una Europa de la que tal vez se alejaban al presentir lo que iba a suceder a nivel mundial unos años más tarde. Pero América, al principio los acogió con la esperanza de aprovechar el impulso que estos nuevos ciudadanos ofrecían. aunque con el tiempo, la aprehensión y el odio racial contra ellos resurgiría. Aún así, la vida les sonrió y en poco más de 10 años se atrevieron a tener tres hijas y dos hijos. Y a partir de aquí comienza otra historia... (no hagamos como Laurence Stern...).
Pero en 1918, Pennsylvania se vió sacudida por un hecho que impactaría en la, entonces niña, Hildegard. Todo el estado, y en especial la ciudad de Pittsburgh y Filadelfia, se vió masivamente afectado por la gripe española; miles fueron los muertos y miles los infectados; se tuvieron que abrir cinco depósitos más para dar cabida a los cadáveres que, amontonados, se pudrían en el depósito central; incluso los presos fueron obligados a cavar sepulturas en un intento por aliviar la situación. La gripe española afectó básicamente a la población jóven y a adultos sanos, por lo que es de suponer la preocupación que existiría en una familia de inmigrantes polacos, con pocos recursos y, entonces, con cuatro hijos de 11 a 5 años por alimentar. Hildegard veía cómo conocidos y vecinos eran transportados por sus familiares hasta el vehículo que, en rondas periódicas, llevaba los muertos hasta los depósitos improvisados.
¿Fue este suceso el que alentó en Hildegard la necesidad de dedicarse a enfermería? Es posible. De lo que no hay duda es de que en 1931, con 22 años, fue ya premiada con un Diploma en Enfermería por la Pottstown Hospital Training School of Nursing de Pennsylvania, completando sus estudios en el Norristown State Hospital. Más tarde se graduaría en Psicología Interpersonal en el Bennington College de Vermontc, y en 1947 y 1953 obtendría el Máster en Enfermería Psiquiátrica y el Doctorado en Educación, respectivamente, en el Teacher's College de la Universidad de Columbia en New York. Por entonces tenía ya 44 años y una niña de 9, Letitia Anne, quién más tarde se convertiría en una reputada Research Professor en Psicología, y que llevaría el apellido de la madre por decisión de ésta última, decisión que le acarreó múltiples problemas y que la obligó finalmente a ceder a Anne en adopción a su hermano Walter. De esta manera pudo llevar a cabo sus estudios sin presiones sociales por su decisión de ser madre soltera.
La progresión de Hildegard fue espectacular orientando su trabajo teórico y clínico hacia el cuidado de los pacientes psiquiátricos y del beneficio terapéutico que la relación enfermera-paciente ofrecía. Para Hildegard, una enfermera que quisiera ayudar a los demás a reconocer sus dificultades debía previamente comprender su propio comportamiento, solo así se podía garantizar un "proceso interpersonal terapéutico"; e identificó cuatro fases en esa relación paciente-enfermera (orientación, identificación, explotación o aprovechamiento y resolución) y seis roles enfermeros: extraño, persona de recursos, profesor, líder o democrático, sustituto y asesor. Es curioso que alguien que ha mantenido una relación problemática con su entorno, llegando incluso a mentir al mundo sobe su hija-sobrina, haya podido configurar un pensamiento sobre la importancia terapéutica de las relaciones interpersonales. No hay duda. Hildegard intentó entender en profundidad su propio comportamiento, conocimiento que aplicó más tarde en la resolución de los problemas relacionales con sus pacientes.
¿Por qué empezar con Hildegard? He vuelto al trabajo hoy, 4 de septiembre, después de las vacaciones estivales. Todo estaba igual, la montaña de documenttación pendiente, las batas colgadas quién sabe cuántos días hacía, las dos macetas con aquellas plantas que no tienen nada de vistosas pero que, según dicen, van bien para las ondas electromagnéticas de los aparatos eléctricos, -7 ordenadores, una impresora en blanco y negro y una cafetera Nespresso-, todo seguía pues en su lugar.
Nuestro despacho está justo a la entrada del pasillo de Psiquiatria, en el núcleo verde de la 4ª planta (demasiadas coincidencias: Psiquiatria, septiembre,...). Aquel día regresábamos al trabajo seis de los siete que éramos. Y mientras nos saludábamos con afecto sincero después de nuestra corta ausencia, los seis juntos, recordé a Hildegard y sus seis roles enfermeros; y me dí cuenta de la relación que teníamos establecida cada uno de nosostros con el resto, relación que había ido pasando, de algún modo, por 4 fases parecidas a las de Hildegard, ¡oh! coincidencia. Así, a medida que nos incorporábamos al nuevo puesto desde nuestras antiguas unidades,
- fuímos orientados por el resto de colegas al nuevo papel adjudicado (fase de orientación);
- nos identificamos con alguno de nuestros nuevos colegas y a la inversa, aflorando puntos fuertes y débiles en la relación (fase de identificación);
- procuramos sacar provecho de esos puntos débiles o fuertes en beneficio propio, paa crecer profesionalmente (fase de aprovechamiento) y
- finalmente conseguimos ser resolutivos y eliminar la ansiedad del inicio (fase de resolución).
En cuanto a los roles, ahí estábamos los seis:
- Priscila, la líder: ocupaba el puesto de más repercusión para el centro, y aquel en el que convergíamos y nos sentíamos "seguros" el resto de integrantes. Una líder formal e informal. Su anterior puesto de trabajo, enfermera de Críticos.
- Medusa, la profesora: centraba su trabajo con niños de infantil en escuelas de la comarca, manteniendo contacto directo con Dirección y con otras Instituciones Públicas. Su "saber positivo" le había permitido publicar un par de libros. Instrumentista de Quirófano.
- Sonsoles, la persona de recursos: siempre sabía lo que quería y debía hacer ante situaciones "contaminantes" y ante la vida misma. Enfermera/Gestora de Quirófano.
- Tessa, la asesora: aún no sabiéndo qué hacer ante situaciones personales, siempre daba "acompañamiento" y momentos beneficiosos a sus pacientes moribundos. Enfermera también de Críticos.
- Soledad, la sustituta: realizando impecablemente tareas programadas y/o "aisladas" que Sonsoles le encomiena, incluso sustituirla en su ausencia. Antes, auxiliar de Consultas.
- Y yo como el extraño. Ya todo el mundo sabe el por qué. Mi función, dejar registro escrito de todo. Antes, enfermero de Urgencias.
Tenía razón Hildegard, en esos seis roles se concentran todas las caras del prisma que representa nuestra profesión. Hoy, creo que añadiríamos alguna que otra cara más al prisma. Pero os aseguro que esta mañana del 4 de septiembre del 2015, 4 días después del 106 aniversario del nacimiento de Hildegard Peplau, que celebro con vosotros hoy, he podido ver a la enfermera holística en nuestro despacho de la 4ª planta, aquél que está a la izquierda de la entrada del pasillo de Psiquiatría, precissamente la especialidad de enfermería atribuída a nuestra Hildegard Peplau.
* Los datos y nombres citados en esta entrada son reales. No lo es, del todo, lo que en ella se expone.
Gracias Jaume por esta entrada... que casualidad ese cuadro de GF David que tienes de fondo de escritorio es una de mis obras de arte preferidas...
ResponderEliminarGracias a tí por persistir en la lectura.
EliminarTodas las fotografías de esta entrada son reales, es decir, pertenecen a Reading, Pennsylvania, excepto por supuesto la imágen del despacho que es mi puesto de trabajao, sí, con el famoso cuadro de Caspar David Friedrich, "El caminante sobre el mar de nubes" de 1818. Me entusiasma la época del Romanticismo alemán por el estallido cultural que produjo en todos los campos, literatura, pintura, filosofía, música... aunque se quiera ver en él los primeros atisbos de lo que más tarde sería la mayor barbarie (hoy no lo tengo tan claro después de lo que estamos viendo) contra la Humanidad ocurrida en Europa.
En fín, gracias de nuevo por tu sincera lectura.