lunes, 24 de noviembre de 2014

Reflexión nº  13

La visibilidad de lo invisible - III

Registros de enfermería - III

Evidencia

Hoy reúno en una misma reflexión dos de los problemas que he tratado hasta ahora, la visibilidad de lo invisible (después de tratar de la invisibilidad de lo visible) y los registros de enfermería. El motivo es la coincidencia en el sí de esos dos problemas, del concepto "evidencia", apareciendo en cada uno de ellos como: aquello que un buen registro será capaz de transmitir (evidencia) y una de las soluciones del  fin de la invisibilidad (ser evidente). Para ver cómo se da esa aparición, dejádme que recurra nuevamente a la literatura.
 
Edgar Allan Poe
En una historia de Edgar Allan Poe, concretamente en "La carta robada", se nos cuenta el caso de la desaparición de un importante documento, una carta, finalmente encontrada por el personaje Auguste Dupin, detective, precursor de Sherlock Holmes y tantos otros. La carta es encontrada por Dupin gracias al siguiente planteamiento: Dupin se pone en el lugar del ladrón para establecer cuáles han sido sus motivaciones, lleva a cabo un análisis de la situación y logra deducir unas conclusiones que lo llevarán a encontrar la carta. Estamos, pues, frente a un detective analítico que hace uso de la razón y del método científico para resolver los casos a los cuales se enfrenta. La carta es encontrada encima de la mesa y a la vista de todo el mundo.
  En un pasaje del cuento se nos dice:
"Hay un juego de adivinación -continuó Dupin- que se juega con un mapa. Uno de los participantes pide al otro que encuentre una palabra dada (...). Por lo regular, un novato en el juego busca confundir a su oponente proponiéndole los nombres escritos con los caracteres más pequeños, mientras que el buen jugador escogerá aquellos que se extienden con grandes letras de una parte a otra del mapa. Estos últimos (nombres) (...) escapan a la atención a fuerza de ser evidentes, y en esto la desatención ocular resulta análoga al descuido que lleva al intelecto a no tomar en cuenta consideraciones excesivas y palpablemente evidentes".
Para seguir con el modelo de las anteriores reflexiones sobre la "visibilidad de lo invisible" , en las que he mostrado de momento, dos de las intervenciones, presencia y voluntad de participación, que deberíamos llevar a cabo para hacer posible el primer enunciado, y sobre los "registros de enfermería" donde expuse la necesidad de configurarsse como materia universitaria y su especificidad, recurriré nuevamente al Diccionario de la Real Academia Española para ver el significado de evidencia/evidente, y es:
Evidencia: f. Certeza clara y  manifiesta de la que no se puede dudar
Evidente: adj. Cierto, claro, patente y sin la menor duda.
Y aquí confluyen literatura y enfermería, literatura y ambas  problemáticas:

La carta robada
"Visibilidad de lo invisible". Ya tenemos la solución. Hasta ahora nos preguntábamos el por qué éramos invisibles a pesar de ser los hacedores eternos de los cuidados a los pacientes, a pesar de nuestra presencia constante, a pesar de nuestra preparación académica, a pesar de nuestro apoyo ante momentos díficiles a él y a su familia, etc., por qué a pesar de todo ello éramos invariablemente invisibles, por qué incluso la visión que de nosotros tenían los demás nos hacía aún más invisibles. Pues por la misma razón por la que no se encuentra, en un primer momento, la carta en el caso de A. Dupin: porque es tan evidente cómo somos y qué hacemos que justamente por eso no se nos ve. Se visibiliza lo novedoso, lo no habitual, lo esporádico. En cambio, lo que tenemos siempre a nuestro alrededor, lo normalizado, lo constante, no lo valoramos, estamos tan acostumbrados a su presencia que ya no lo vemos. Por tanto, no se espera ver de nosotros más que lo que somos, lo que siempre hacemos, cuidar, nuestra esencia en definitiva. Por ser tan visibles nos hemos hecho invisibles, somos lo acostumbrado, lo habitual, lo usual, lo obvio, lo evidente. ¿Qué hacer entonces? Nada. Seguir siendo como somos, no hay otra solución, seguir siendo evidentes, evidentes para los pacientes, aunque el precio que debamos pagar sea una cierta invisibilidad. Porque nuestra esencia, que es cuidar, sigue evidenciándose día a día..

"Registros de enfermería". Y si somos evidentes, es decir, ciertos, claros, patentes  e indudables, es poque tenemos evidencias, certezas claras y manifiestas de las que no se puede dudar. Toda nuestra esencia, evidente, ha de basarse en evidencias. Y, ¿qué necesito para tener evidencias? Actitud positiva y metodología científica aplicada a nuestras actividades. ¿Y lo tenemos? Creo que sí: el hecho de interrogarnos sin cesar por nuestra esencia, de no ensimismarnos en el status quo, nos demuestra sobradamente la positividad de nuestras actitudes. Y en cuanto a la aplicación de la metodología científica, nuestro Proceso Metodológico Enfermero da fe de ello. Pero... (siempre hay un pero), nada de todo esto es posible sin un registro documental que nos permita formularnos preguntas impulsoras de mejoras aplicables a nuestros cuidados, que nos den datos para la búsqueda de ese impulso, que fundamenten nuestras acciones, que reflejen unívocamente cada paso de nuestro Proceso. El registro enfermero nos permitirá obtener evidencias que nos hagan evidentes; dicho de otra forma, obtener datos claros y de los cuáles no podamos dudar (evidencias) que nos hagan mejorar nuestros cuidados y fundamentar nuestras acciones, nuestra esencia, el cuidar (ser evidentes). Sin registros no hay posibiliddad de búsqueda de evidencias, y sin evidencias en las que fundamentar nuestra esencia, el cuidar, dejamos de ser lo evidente para convertirnos en lo inusual, en lo dudoso, en lo discutible. Y a partir de ahí, nos volvemos invisibles, invisibles como enfermeras, como profesión e invisibles para nosotros mismos.





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